domingo, 28 de marzo de 2010
El arte como herramienta de integración social
viernes, 26 de marzo de 2010
Lo sublime
martes, 23 de febrero de 2010
Wynton Marsalis, tras el denunciante de Sigüenza
El trompetista busca recompensar al espectador que denunció a un músico de jazz por "no tocar jazz"
La noticia que mantiene entretenido al mundo del jazz de medio planeta la dio a conocer EL PAÍS la semana pasada. Un espectador del V Festival de Sigüenza denunció ante la autoridad que lo que el saxofonista Larry Ochs tocaba sobre el escenario no era jazz, sino "música contemporánea", género que, aseguró, tenía "contraindicado por prescripción médica". En vista de la queja se presentó la Guardia Civil para atestiguar que, en efecto, aquello que sonaba no era jazz.
Varios músicos de relieve reaccionaron (Charlie Haden, Dave Douglas o Agustí Fernández). Aunque el último en sumarse es el más sonado. Wynton Marsalis, trompetista, director, empresario y acaso el jazzman más poderoso del momento, se ha puesto en contacto con Tremlett, según explicó ayer el propio periodista, al leer la pieza del diario británico. ¿La razón? Está "encantado" con la historia y busca al misterioso denunciante para, "en señal de gratitud", regalarle su discografía completa (unos 70 discos). Es más, piensa autografiársela.El suceso, con su mezcla de hito berlanguiano y aparentemente leve aunque profundo comentario sobre la naturaleza del arte y sus etiquetas, resultó una de las noticias más leídas de ELPAÍS.com y fue reproducida por medios de todo el mundo, entre ellos el diario de Londres The Guardian, en una pieza firmada por su corresponsal en Madrid, Gilles Tremlett.
El gesto reviste lecturas más profundas que las anecdóticas. Marsalis lleva desde principio de los ochenta evangelizando y polemizando sobre cuál es la esencia de "la música del siglo XX". Algo que, para él, no queda ni siquiera cerca de lo que toca Ochs, veterano músico de postbop y free jazz. La apuesta por la tradición de Marsalis le ha llevado incluso a enfrentarse en el pasado con el mismísimo Miles Davis.
Publicado en El Pais, 21 del 12 2009,
martes, 9 de febrero de 2010
Carl Orff: Carmina Burana
Las Canciones de Beuer
En 1803, Johann Christoph von Aretin encontró en el monasterio benedictino de Bura Sancti de Beuern (Baviera, Alemania) una colección de 300 cantos goliardos de los siglos XII y XIII. Se les dió el nombre de ‘Canciones de Beuern’ o ‘Carmina Burana’: carmina procede del latín cármĕn carminis, ‘canto’ o ‘cántico’, y burana es el adjetivo gentilicio de Bura o Beuern
Los poemas contenidos en este códice fueron escritos hacia el año 1230 aproximadamente, en la abadía benedictina de Seckau o en el convento de Neustift, ambos en Austria. Sus autores podrían se clérigos, presumiblemente de vida licenciosa y desordenada. Se inspiran tanto en composiciones populares contemporáneas, con frecuencia groseras, como en las cultas de Homero, Cátulo y Ovidio. El códice recoge un total de 300 rimas, La mayor parte escritas en latín aunque algunas lo estaban en una mezcla de latín y alemán, e incluso con algunas palabras francesas.
En los Carmina burana se satirizaba y se criticaba toda la sociedad en general, especialmente a las personas que ostentaban el poder en la corona y sobre todo en el clero. Las composiciones más características son las Kontrafakturenque imitan con su ritmo las letanías del Antiguo Evangelio para satirizar la decadencia de la curia romana, o para construir elogios al amor, al juego o, sobre todo, al vino.
El Carmina Burana de Carl Orff
Para su cantata escénica, Carl Orff seleccionó 24 de los poemas del códice. La Fortuna, que gobierna el mundo, abre y cierra el ciclo. Es como una rueda que avanza impasible, que nos eleva a veces hasta lo más alto e inmediatamente después nos empuja al abismo, hasta atropellarnos. Ésta es la línea que traza el autor: de la oscuridad de la primera pieza a la claridad de los dos últimos números, el dulcissime y el Ave formosissima, para precipitarnos en un segundo contra la dura realidad que nos aplasta sin piedad.
Comienza la obra con cantos monásticos, con el frío invierno de la soledad y el pesimismo de quien sabe que no mejorará su existencia. El barítono anuncia la llegada del sol, que todo lo caldea. Todos dan gracias animándose cada vez más. Bailan y cantan. La música que suena ahora es popular y muy alegre, muy lejos de la anterior. Las niñas cantan con inocencia.
La fiesta sigue en la taberna. Lo que a la luz del día era blanco y dulce, se hace ácido y violento con el vino y la noche. Un pavo chamuscado canta el miserere mientras da vueltas en el horno. ¡Yo soy el abad, yo soy quien manda! proclama violentamente el barítono, acompañado de golpes de jarras contra las mesas y gritos de los presentes. Risas, excesos, y algo de música de cabaret.
Pero la fiesta, la culminación de la primavera, está aún por llegar. Una muchacha que espera con impaciencia la llegada del amor, un muchacho que arde de deseo. Ella coquetea, él golpea su pecho como un gorila. ¡Ven, ven, no me hagas morir!. Todos cantan insistentemente al amor y animan a la pareja, la música es ansiedad, se repite una y otra vez..... Por fin, una melodía agudísima, entre la estridencia y la dulzura extrema, que dura un instante. Y el éxtasis, la paz y la claridad del Ave formosissima, la glorificación de la mujer.
Pero no te relajes...... La rueda de la fortuna te aplastará de nuevo.
Juan Manuel Alonso
sábado, 6 de febrero de 2010
Música por Haití
lunes, 5 de enero de 2009
Chillida: Proyecto Tindaya
Con estas palabras define Eduardo Chillida , en julio de 1996, su idea del proyecto, basado en el concepto de crear un lugar introduciendo el espacio en la materia, que va a representar la culminación de la obra del artista y que, por sus singulares características de escala y ubicación, está destinada a convertirse en un hito que será necesario conocer y analizar para evaluar el conjunto de la producción de uno de los escultores contemporáneos más importantes del mundo.
domingo, 4 de enero de 2009
CHILLIDA, CAGE Y MOMPOU - SOBRE EL SILENCIO Y LOS ESPACIOS ABIERTOS.
Siempre es difícil entender el arte cuando no se conocen los principios y los motivos por los que se guía el autor, ni los fines que pretende. En este mar de individualidades, corrientes y culturas que se cruzan desde comienzos del siglo XX, cada autor es un mundo, su mundo.
Pero los caminos a veces se alejan y otras se encuentran. Pensando en el proyecto Tindaya, la gran obra póstuma de Chillida que transformaría una montaña de la isla de Fuerteventura en un espacio vacío dentro de la cálida tierra y al tiempo en un mirador privilegiado del sol, la luna o el mar, se me ocurrió que el planteamiento creativo de este escultor compartía muchas cosas con músicos tan distintos como Cage o Mompou: el silencio o el espacio vacío como medio, y la postura del artista como cicerone, que tiene como fin último llevar al espectador a la contemplación artística del entorno. Por supuesto, la combinación de estos tres artistas es chocante, pero en ningún caso disparatada. Quizás las consideraciones que se hagan sobre cada uno arrojen luz sobre los otros.
1. El silencio como materia. Cage
La obra se titula 4´33´´. Es el tiempo sugerido para su interpretación. Se compone de tres movimientos, llamados por sus ordinales: I, II y III. El pianista saluda, se sienta, se prepara. Tarda en tocar. Cuando ya parece listo, nada. Después, nada. El pianista cierra la tapa del piano después de un interminable silencio. Siguiendo una liturgia preestablecida, lo destapa para marcar así el comienzo del segundo movimiento. Nada, no toca nada, no suena nada. La tapa une y separa el segundo movimiento del tercero por su bisagra. Nada. La nada se hace mucho, el silencio clama al cielo. Un escándalo callado. Una broma para muchos, la excusa perfecta para quien no necesita más para reaccionar. Una curiosa anécdota en la historia de la música, el paroxismo del sinsentido al que la música ha llegado últimamente. Solo para unos pocos, el silencio para pensar y sobre el que pensar.
Esta pieza-experimento saca a la luz muchos de los elementos subyacentes del fenómeno musical y la escucha: la preparación, el juego de expectativas cumplidas o no, el elemento teatral. También una idea, aunque básica, un mensaje del compositor para la audiencia y una función metalingüística muy marcada, que reclama atención para un componente esencial del hecho musical, especialmente importante para Cage: el silencio. El silencio, la página en blanco, el espacio vacío como material, no solo como marco, contexto o negación del sonido, de la mancha o de la forma.
Algo debió intuir Schöenberg, destilador de la tradición musical occidental, cuando admitió en sus clases a Cage a cambio de su promesa de dedicarse a la música. Schöenberg buscaba la secuencia de ADN de la herencia de Bach, Beethoven o Brahms. Su música puede ser considerada una destilación de lo anterior. Racionalista, dejó que surgiera la antítesis que se enfrentaría dialécticamente a su tesis: la esencia de la música destilada contra la música sin notas, sin nada que analizar, sublimada.
Cage fue un artista sonoramente rebelde. Heredó, en cierta forma, el oficio de inventor de su padre. Un inventor necesita pensar sobre el mundo de una forma alternativa y cuestionar lo establecido para buscar y encontrar. Necesita experimentar para confirmar y mejorar. Después, el mundo se beneficia de sus descubrimientos. ¿No es el silencio un gran invento?
2. El silencio de acción. Mompou
Música callada es un título contradictorio, pero también lo es la música como profesión de quien, siendo tremendamente tímido, siente la pulsión interior por decir, contar y mostrar. En Mompou los extremos se encuentran y encuentran su coherencia, lo poco se justifica por lo íntimo y lo precioso, el sonido por el silencio y el silencio por el sonido.
Mompou se oculta tras las melodías populares, o que resuenan en nuestra memoria, como ya oídas. El compositor – y quien las toca al piano, ejerciendo de alter ego del creador – solo las acaricia, casi escondiendo las manos después de hacer sonar cada nota acampanada, larga, que crea un universo ya sin intervención posible. El espacio se llena de sonido y de resonancias sonoras, poéticas, emotivas, humanas. La música está en los tiempos muertos, donde los macillos no funcionan. Em Mompou, el silencio no es un vacío de sonido, sino un vacío de acción.
A diferencia del norteamericano, Mompou fue calladamente rebelde. Asistió a las clases de armonía del Conservatorio de París, y no le gustaron en absoluto. Prefirió encontrar su propio camino. Componía fragmentos extremadamente cortos con los que se sentía satisfecho y solo cuando se creía capacitado escribía fragmentos ligeramente más largos. Cada uno de los elementos estaba donde debía estar. Con respecto a las vanguardias, no se dejó influenciar. Muchas veces es un acto de valentía hacer aquello de lo que uno está convencido, aunque sople el viento en contra.
3. El espacio interior de una mano. Chillida
Es curioso observar cómo puede cambiar la percepción que tenemos de una misma cosa en función de lo que lo rodea. En música el silencio que existe antes del sonido es inexpresivo. El de después de una nota, el que nos sorprende después de un fortísimo o el que sigue a la conclusión de una pieza cuentan muchas cosas. En las artes espaciales, El aire, inmaterial, puede no contarnos nada hasta que un elemento externo, material, lo rodea o se protege de él y, lo hace presente.
Así pasa con las manos: el espacio que hay en la cara externa casi no importa, pero aquél al que se dirigen las palmas cobra carta de naturaleza, es dibujado y caracterizado. Las manos son el marco del aire. El contenedor aporta toda la carga expresiva a lo contenido. Contamos, con los huecos que dejan la palma y los dedos, si el espacio que delimitan es cálido y protector como cuando llevamos algo pequeño y preciado, amable como cuando ofrecemos con la palma extendida o íntimo como cuando acercamos las palmas a nuestro pecho. Cuando cerramos el puño y no dejamos sitio a nada, la mano pierde su capacidad autosuficiente de contar y transmitir: no dejamos que entre el aire por los resquicios para que no se escape.
Para Chillida, el estudio continuo de su mano no es solo un ejercicio de capacidad de observación y captación de modelos naturales: es, posiblemente, su mejor fuente de ideas, su vía de búsqueda y conceptualización. Lo que se exporta de estos dibujos a la escultura de hierro u hormigón es el aire, la luz. La textura de la mano, la carne o los dedos sufren la abstracción, la destilación, la reducción a lo mínimo. Sin embargo, el espacio vacío, como elemento principal de la eleboración artística, se potencia.
4. El artista como cicerone
Dice Huntley en su libro The divine proportion. A study in mathematical beauty que debemos ejercitarnos para conseguir una apreciación completa de la belleza en cualquiera de sus manifestaciones: “una parte de nuestro sentido estético nos es dado.... Pero el completo disfrute de la belleza está reservado para los entrenados –iniciados- :es adquirido..... Per aspera ad astra. Efectivamente, la obra de arte no es un agasajo que reciba el oyente / espectador pasivamente, no es un producto de consumo listo para usarse: es un estimulante, un catalizador de sentidos, sentimientos, pensamientos y emociones que solo ocurren cuando el sujeto pone de su parte. El trabajo del artista / creador es, desde este punto de vista, el de aquel que presenta, provoca, propicia o pregunta socráticamente.
Cage cuenta en una pequeña nota autobiográfica que quedó fascinado por lo casual en Sevilla, donde se encontró rodeado de una multitud de sonidos desordenados, sin arte ni concierto, que ofrecían un conjunto caleidoscópico. Este hecho es, con toda seguridad, vital para la comprensión de alguno de sus planteamientos acerca del sonido y la escucha: el compositor no necesita ordenar y estructurarlo todo, debe dejar espacio a lo casual, debe dejar que el orden se enfrente al caos para enfatizarse mutuamente. A veces solo necesita llevarnos a la sala de conciertos y dejarnos en paz. A veces no oímos nada. A veces el silencio deja paso al ruido de fondo que cada uno lleva dentro.
Mompou ofrece en sus Canciones y Danzas ligeros choques de notas. A veces un efecto de color, otros de tensión y a veces solo resonancias lejanas. El compositor señala con el dedo lo que ya hay, enfoca sus peculiaridades, nos ayuda a descubrirlo. Como si nos llevara al mirador perfecto invitándonos a la contemplar este o aquel detalle. Sobre Música Callada dice que no es música que avance hacia el exterior, sino hacia el interior. ¿No es un buen cicerone quien nos coloca en posición de observarnos a nosotros mismos?
Chillida hace con sus obras que los espacios, urbanos o naturales, hablen, convirtiédose en material artístico: cataliza lo elemental, concentra nuestra atención, enfatiza lo que ya resuena alrededor. Unos dedos de sección cuadrada, doblados, nos hacen imaginar el viento que traspasa sus huecos, que se peina. Una mole de hormigón subraya el horizonte, que ahora parece más imponente. Dos esculturas de concavidades contrapuestas crean un espacio cálido en la ciudad, como manos que nos protegen.
De Tindaya, Chillida decía: El gran espacio creado dentro de ella no sería visible desde fuera, pero los hombres que penetraran en su corazón verían la luz del sol, de la luna, dentro de una montaña volcada al mar, y al horizonte inalcanzable, necesario, inexistente... La montaña es la atalaya recogida y cálida desde la que observamos. Tindaya, sobre la que trabaja el artista, no es la obra en sí: es la forma en la que Chillida crea un viaje estético al interior vacío y acogedor de la tierra y nos deja encontrar la belleza de lo ya presente en la naturaleza y en el hombre.
Juan Manuel Alonso, junio 2005