martes, 9 de febrero de 2010

Carl Orff: Carmina Burana



CARMINA BURANA

Las Canciones de Beuer

En 1803, Johann Christoph von Aretin encontró en el monasterio benedictino de Bura Sancti de Beuern (Baviera, Alemania) una colección de 300 cantos goliardos de los siglos XII y XIII. Se les dió el nombre de ‘Canciones de Beuern’ o ‘Carmina Burana’: carmina procede del latín cármĕn carminis, ‘canto’ o ‘cántico’, y burana es el adjetivo gentilicio de Bura o Beuern

Los poemas contenidos en este códice fueron escritos hacia el año 1230 aproximadamente, en la abadía benedictina de Seckau o en el convento de Neustift, ambos en Austria. Sus autores podrían se clérigos, presumiblemente de vida licenciosa y desordenada. Se inspiran tanto en composiciones populares contemporáneas, con frecuencia groseras, como en las cultas de Homero, Cátulo y Ovidio. El códice recoge un total de 300 rimas, La mayor parte escritas en latín aunque algunas lo estaban en una mezcla de latín y alemán, e incluso con algunas palabras francesas.

En los Carmina burana se satirizaba y se criticaba toda la sociedad en general, especialmente a las personas que ostentaban el poder en la corona y sobre todo en el clero. Las composiciones más características son las Kontrafakturenque imitan con su ritmo las letanías del Antiguo Evangelio para satirizar la decadencia de la curia romana, o para construir elogios al amor, al juego o, sobre todo, al vino.

El Carmina Burana de Carl Orff

Para su cantata escénica, Carl Orff seleccionó 24 de los poemas del códice. La Fortuna, que gobierna el mundo, abre y cierra el ciclo. Es como una rueda que avanza impasible, que nos eleva a veces hasta lo más alto e inmediatamente después nos empuja al abismo, hasta atropellarnos. Ésta es la línea que traza el autor: de la oscuridad de la primera pieza a la claridad de los dos últimos números, el dulcissime y el Ave formosissima, para precipitarnos en un segundo contra la dura realidad que nos aplasta sin piedad.


Comienza la obra con cantos monásticos, con el frío invierno de la soledad y el pesimismo de quien sabe que no mejorará su existencia. El barítono anuncia la llegada del sol, que todo lo caldea. Todos dan gracias animándose cada vez más. Bailan y cantan. La música que suena ahora es popular y muy alegre, muy lejos de la anterior. Las niñas cantan con inocencia.

La fiesta sigue en la taberna. Lo que a la luz del día era blanco y dulce, se hace ácido y violento con el vino y la noche. Un pavo chamuscado canta el miserere mientras da vueltas en el horno. ¡Yo soy el abad, yo soy quien manda! proclama violentamente el barítono, acompañado de golpes de jarras contra las mesas y gritos de los presentes. Risas, excesos, y algo de música de cabaret.

Pero la fiesta, la culminación de la primavera, está aún por llegar. Una muchacha que espera con impaciencia la llegada del amor, un muchacho que arde de deseo. Ella coquetea, él golpea su pecho como un gorila. ¡Ven, ven, no me hagas morir!. Todos cantan insistentemente al amor y animan a la pareja, la música es ansiedad, se repite una y otra vez..... Por fin, una melodía agudísima, entre la estridencia y la dulzura extrema, que dura un instante. Y el éxtasis, la paz y la claridad del Ave formosissima, la glorificación de la mujer.

Pero no te relajes...... La rueda de la fortuna te aplastará de nuevo.


Juan Manuel Alonso

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